jueves, 16 de mayo de 2013

De la pasión a la falta de respeto: El éxtasis.

Escribo esta entrada consciente de que gran parte de lo que aquí se refleja no agradará a muchas personas. Ante todo, estimado lector, sea usted quien sea, no se sienta en ningún momento aludido ni atacado por mis argumentos. Hablo desde un punto de vista completamente objetivo y no haré uso de la ejemplificación en ningún momento. Sin embargo, si en dichos argumentos usted mismo encuentra paralelismos con su realidad, entonces comience a meditar sobre ello mismo al margen de mi persona.

Dejando constancia de la advertencia, he de decir que se nota que es primavera. Gran dicho aquel, al que de joven no le veía un significado más profundo, el de "la primavera, la sangre altera". ¡Vaya si la altera! En algunos casos parece haber cambiado completamente el comportamiento cívico de algunas personas. Hasta puntos en que sus propios estados de humor varían según quede saciada su ansia de... seguir estando en ese estado hormonal que yo denomino "éxtasis". 

El "éxtasis" es un comportamiento particular que sería fácilmente definible como "estar cachondo y saciado todos los días y a todas horas, sin importar la situación, momento o lugar donde se encuentre el sujeto en el momento dado de tener que rellenar dicho estado". Suelen padecerlo parejas jóvenes (no en edad, sino en tiempo de relación), en el cual comienzan a interactuar sexualmente, a conocerse y a entrar en materia más íntimamente. Todos los que hemos tenido pareja, en los cuales me incluyo, hemos pasado por un período de éxtasis más o menos intenso. De tener una necesidad inhumana de querer callar a esa persona a cada instante con un beso fugaz, simplemente para, periódicamente, saciar los valores de éxtasis del cuerpo. Algo así como el fumador que necesita dar mano de un cigarrillo en un momento dado. Pura necesidad.

Pues bien, si bien es cierto que todos pasamos por esa etapa durante aproximadamente los seis primeros meses de relación, éste mismo efecto se ve acrecentado enormemente durante la primavera. Sólo hay que ir por la calle para darte cuenta de que algo ha cambiado en el comportamiento de las personas... Hasta el punto de llegar a resultar agobiante.

Ni mucho menos se trata de envidia. ¡Faltaría más! Siento y sentiré siempre este tipo de agobio con y sin pareja. La pasión es difícil de controlar, soy plenamente consciente de ello, pero no es imposible hacerlo, en absoluto. Como bien dice mi sabia madre, "todo tiene remedio salvo la muerte".

Defiendo la libertad íntima de todas las personas. Ese tipo de libertad es necesaria y sin ella no seríamos felices en gran medida. Sin embargo, lo que sí que nos cuesta tolerar (hablo por mí como creo que puedo hablar por cualquiera), es tener que ver dicha libertad fuera del ámbito íntimo, es decir, en un entorno público, en el cual no se le dé la opción a uno de escapar a tan desagradable visión. Lo peor es que quien lo ve desde fuera no tiene el poder de impedirlo, por lo cual se siente frustrado. No quiero entrar ya en terrenos psicológicos, en los cuales distintas circunstancias o sucesos personales pueden producir que alguien realmente se agobie y sufra viendo tal estampa ante sus ojos en todo momento sin poder hacer nada. 

Eso es algo que tenemos el poder de evitar. En los institutos, en los hospitales o en cualquier sitio donde la interacción con el resto de personas sea segura. En una vivienda, en un parque, en un paseo o en la playa, cada quien es libre naturalmente de liberarse como se le antoje. Está en su derecho y obligación de hacerlo. 

Con esta exposición no deseo que se me considere alguien antiguo o frígido (Estoy muy lejos de ser cualquiera de estas dos cosas). Este tipo de comportamientos me molestan a mí como le molestarán a mis hijos cuando se vean en esta misma situación, es algo que no va a cambiar. A veces puede llegar a considerarse una seria falta de respeto, el intentar hablar con alguien y que éste esté más atento a otros asuntos que pueden ser fácilmente pospuestos que a lo que tú le estás diciendo. 

El éxtasis, como todas las pasiones en esta vida, son difíciles pero capaces de ser controladas. Hay que saber administrar bien en qué momento y en qué lugar se pueden hacer unas cosas u otras. Existen ciertos ambientes en los cuales puede llegar a ser considerada una falta de respeto, así que, estimado camarada, le recomiendo tener cuidado y saber elegir el instante justo en el cual deja de importar para la sociedad lo que usted haga. Entonces podrá hacer lo que usted buenamente desee. Mientras tanto, como el resto de las personas, deberá reprimir sus impulsos lo más que pueda por el bienestar común. Simple cuestión de saber vivir en sociedad.

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