jueves, 28 de noviembre de 2013

Fiel al pasotismo nacional.

Es algo cotidiano, de echar un vistazo a nuestro alrededor. Hoy en día en España la sociedad no parece moverse ni comportarse de manera lógica. Mucha gente me ha tachado de pasota, de vivir acomodado y sin querer actuar. He aquí mi explicación, el porqué de la inevitable indiferencia que siento hacia todo lo que le pase a la nación que me ha visto crecer.

Vivimos en un país cuya crisis es mucho anterior a los tiempos de Zapatero e incluso Franco. La primera constitución estable y de más larga duración, la del año 1873, fue construida en base a un sistema de fraude electoral y de turnismo, ampliamente conocido por la sociedad de aquel tiempo. Cuando se estableció un gobierno democrático de verdad, la II República, militares autodenominados nacionales actuaron en consecuencia de sus egoístas disconformidades, sin importarles el polvo que levantasen sus acciones. Una guerra de tres años que lo destruyó todo. Muchas mentes brillantes se condenaron a desaparecer sin dejar rastro. A día de hoy se sigue queriendo defender que la Guerra Civil acabó en abril de 1939, cuando aún hay familias pendientes de enterrar a sus abuelos y a sus tíos. Y mientras este tipo de terrorismo encubierto continúa, en la Moncloa gente que afirma estar representando a la ciudadanía se pelea por tener un mejor coche oficial. Esperpéntico.

Un país donde los sindicatos a favor del obrero están descentralizados y encubren irregularidades salariales. Donde existe una izquierda fragmentada en mil y una variantes que lucha por su supremacía en favor del fascismo unitario. Jóvenes que afirman defender una hoz y un martillo quemando el casco urbano en una manifestación por la educación, cuyos desperfectos serán pagados con dinero público. Violadores saliendo victoriosos de las cárceles ante la atónita y terrorífica mirada de sus víctimas. Terroristas, que no presos políticos, condenados a más de mil años de cárcel por asesinar a una veintena de inocentes, siendo recibidos como héroes en sus localidades. Bancos que desahucian y no olvidan deudas. Ricos que no dejan de ser más ricos y pobres que se resignan a la muerte por hipotermia en invierno. Un porcentaje de niños que pasan hambre impropio de un país desenvuelto. Pero bueno, muchos pensarán que al menos nos queda la selección de fútbol, ¿no?

Son demasiadas cosas las que me hacen desentenderme de cualquier revolución. ¿Qué hay que revolucionar? Todo. Todo el funcionamiento de un país desde sus cimientos más antiguos. Y el ser humano se mueve más por interés que por espíritu revolucionario. Siempre habrá aquel que quiera liderar los actos del resto. Y una democracia es aquella sociedad donde tiene la misma voz un mendigo que un banquero. ¿Vivimos pues en una sociedad democrática?

En conclusión, me es imposible mover un dedo por quienes me hacen rebatir la idea de que el ser humano es un animal racional. Demasiadas irracionalidades emprendidas en los últimos siglos. ¿Que alguien quiere partirse la cara por la rojigualda? Que lo haga, está en su derecho constitucional. Quizás la actualidad política hace que me invada un pensamiento anarquista agudo, pero realmente son así las cosas. No añoraré este himno y esta bandera en el futuro cuando haga las maletas para siempre. No lo merece.