viernes, 17 de mayo de 2013

Sobre la insuficiente capacidad mental de nuestro querido Ministro de Educación.

En mis diecisiete años de vida siempre me he hecho la misma pregunta: Cuando esa gente mayor, cascarrabias y continuamente enfadada, no hace más que lamentarse de la mala educación y falta de civismo de las nuevas generaciones, yo me digo: ¿Es que no han sido jóvenes ellos también?

Con ello no trato de justificar la cierta escasez de educación que un buen porcentaje de los adolescentes españoles tienen. Pero de lo que no me cabe la menor duda es que la educación que recibimos a diario hoy en día, en centros públicos y privados, supera con amplitud la recibida por nuestros mayores durante la dictadura fascista en términos de calidad. Me gustaría saber qué porcentaje de población española nacida en la década de los 50 para atrás conoce el significado de una frase en inglés tan elemental como: "How are you?"

No quiero infravalorar ni llamar estúpidos precisamente a esas personas, muchas de las cuales lucharon para salir de ese mismo sistema educativo obsoleto hacia el que llegó tras la transición y muchos años de ajustes. Por eso mismo, me sigue sorprendiendo que sigan existiendo personas con deseos incontrolables de volver a la época en la que no sabíamos ni una sola palabra en inglés.

Esta sorpresa puede convertirse en un temor y alarma social en caso de que el hombre encargado de la organización y gestión de la educación a nivel estatal sea una de esas personas. 

Señor José Ignacio Wert Ortega, ahora le lanzo a usted esa misma pregunta que al principio formulaba sobre nuestros mayores, pero algo adulterada: ¿Es que usted nunca ha sido estudiante también? ¿No se da cuenta de que está llevando al país hacia los límites de la analfabetización? Quizás esto último sea algo radical de más, pero en premisas de lo que usted propone como medidas de austeridad, no descarto que realmente llegue a convertirse en una realidad más temprano que tarde.

No sé qué punto de su fabulosa y fantástica Ley "LOMCE" puedo criticar primero. Que el estado gana cada vez más poder en cuanto a la elección de contenidos en la enseñanza ya prácticamente ni me molesta. Uno se ha acostumbrado tanto a que controlen su vida desde la Moncloa que lo último que le importa es que también adulteren su propia educación. Nos convertiremos de este modo en marionetas fascistas del estado, pero no nos pararemos siquiera a replanteárnoslo. 

De hecho, el estado mismo puede dormir tranquilo, pues nuestra atención es muy fácilmente distraída en la dirección que ellos mismos deseen: Expulsiones de concursantes de Gran Hermano por simpatizar con ETA, el último amante que ha pasado por la vida de la ex-socialista Olvido Hormigos... Y otros claros ejemplos de distracción social. 

Luego encontramos como supuestos estímulos de estudio las pruebas a cada nueva etapa no universitaria. Aquellos alumnos más torpes o simplemente nerviosos e inquietos se verán realmente sobrepasados por esta realidad. Todo su esfuerzo y trabajo a lo largo de los años de la Secundaria y el Bachillerato pueden venirse abajo por un simple e innecesario examen sin otra finalidad que la consolidación de los conocimientos ya adquiridos. A simple vista incluso no parece una medida tan estúpida. Sin embargo, cobra un significado diferente si analizamos que dichas pruebas las marca el Gobierno Central. Temblad de miedo, chicos. Sólo Dios sabe qué tipo de exámenes y pruebas maquina la perversa, infantil y cretina mente de nuestro todopoderoso Ministro de Educación.

Dejando a un lado su promesa tan cristiana de devolver a la asignatura de religión católica la presencia importante en los centros públicos, o de la eliminación de algo tan importante hoy en día como es la Educación para la Ciudadanía, concluyo con una de las medidas que más destructivas y contraproducentes trae consigo esta nueva Ley.

Soy el primero que sufre la sobre-población masiva en las aulas, y puedo dar constancia de que es lo peor que existe para el alumno que precise de ayudas. A esto le podríamos sumar que dicha sobre-población está constituida por una gran mayoría de alumnos desinteresados, que distraen más la atención del profesor en ellos y restan su vigilancia a los que sí que están ahí luchando por su futuro. Esta afirmación puede no ser cierta en algunos casos, sobretodo en caso de centros privados, pero yo sí que puedo dar personalmente fe de ello. Treinta y tres personas en clase son un auténtico agobio, no quiero ni imaginar un patiburrillo de más de treinta y siete. En fin, un auténtico desmadre, un caos que traerá consigo la renuncia de las personas más interesadas en el aprendizaje, así como la pérdida de su autoestima y esperanzas de futuro en los casos más radicales. 

Se creerá usted a estas alturas un auténtico héroe, señor Wert. Y lo es. Lo es ante los ojos de los miembros de sindicatos fascistas españoles, que por cierto son los únicos sindicatos de este tipo subvencionados por el gobierno en toda Europa. De vergüenza. Al igual que el futuro al que usted y sus otros colegas ministros, destacando a la Ministra de Sanidad entre otras, nos quieren llevar a los españoles. Sin embargo, aquellos que sí tengan el capital necesario para costearse su propia educación y sanidad personalizadas no notarán las diferencias. Y, de este modo, construir un país donde solo un pequeño porcentaje tienen derecho a ser felices y a disfrutar del bienestar. Y los demás, mientras tanto, nos seguiremos comiendo la mierda que sus acciones dejan como un reguero por el suelo.








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